martes, 28 de septiembre de 2010

Retorcijona de tanto ansiosa, maldadosa de tanto espinoza. Temible, entrañable, sosegable, ME QUEMO LOS DEDOS! me encuentro en estado cero, quiero volarme por los árboles y que nadie me vea. Quiero esconderme de todo bípedo que razone, quiero molestar las hojas, el viento y las entrañas de las ramas. Quiero sostenerme y rascarme siempre con la misma rama. Quiero dejar caer mis zapatos falsos y dejar pestañar los brazos de vez en cuando, de vez en cuando; y morder lágrimas de árboles en sus firmes troncos. Dormir como vagabunda a las 6 de la tarde.

Más tarde, cuando se vaya esa nube que me está mirando, me iré caminando tranquilamente por la acera, preguntándome si alguien me habrá visto, por si alguien me habrá preguntado la hora al menos.


(Me sonrojé, acabo de sonrojarme)

3 comentarios:

  1. Me sonrojé porque me atoré
    con la pita que calla mi boca
    para pegarme en silencio la cabeza con una roca.

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  2. ¿Cómo es la cosa, que no estoy en tus queridos escritores? ¿Es que no soy escritora, o es que no soy querida? Ponlo en tu fe de erratas, porque de seguro es un error que yo, Beatriz Chinchilla, no esté ahí; porque claro, sé que escribo (porque junto las letras y les doy sin sentidos) y sé, que (aunque suene a arrogancia), me quieres, pues, Valeria Tapia de la década de 1960 y sus colores. Y lo sé, ¿sabes por qué?, porque es imposible quererte yo tanto, si tu no me quisieras. Te espero en la metrópolis el 2011, número impar porque no va a haber otro igual. Vente con tu ropa, y yo te ayudo a pegar botones. Vente con la cámara análoga, y después vemos los negativos. Vente con tu locura, que Santiago necesita locos de verdad, no esos que juegan a ser locos y al final del día se duermen (imagínate tú) ¡con los ojos cerrados! Vente, acá hay acrílico seco y cosas que pintar.

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